• Cristianismo sin pecado original
Cristianismo sin pecado original

Cristianismo sin pecado original

25,00 €

Durante más de 15 siglos, la Cristiandad occidental ha mantenido, como dogma básico, la doctrina del pecado original.

Su presencia ha sido abrumadora en la teología, en la pastoral, en la vida cotidiana de los creyentes.

Incluso la cultura secular humanista, surgida en Occidente, ha sido impactada, en forma amigable u hostil, por esta multisecular creencia cristiana.

Sin embargo, la teología católica de finales de siglo XX le ha planteado ya la pregunta definitiva: ser o no ser en el conjunto de verdades de nuestro Credo.

En este libro se emprende la tarea, "urgente, pero arriesgada, de ofrecer un Cristianismo limpio de la "mancha" del pecado original.

El autor se muestra convencido de que un "Cristianismo, vivido y pensado sin el contacto con la idea del pecado original, estará más concorde con la Palabra de Dios (y será más aceptable para el creyente de hoy), que el que fue vivido y pensado bajo la influencia de aquella secular creencia" (p. 347).

El oscuro y duro anuncio de que todos los individuos de la raza adánica nacen en pecado original es sustituido por la "buena y alegre nueva" de que todo hombre entra en la vida personalmente acogido ya por la Gracia y el amor del Padre celestial, incorporado a Cristo, Sacramento radical de salvación.

La teología clásica podría tildar esta propuesta de inaudita y "novedosa".

La realidad es que se trata aquí de ofrecer el fruto sazonado de una evolución doctrinal homogénea, ascendente y enriquecedora, lograda desde una mejor profundización en el misterio de la plena universalidad y sobreabundancia de la acción salvadora de Cristo: la auténtica idea-eje sobre la que gira nuestra historia de salvación.

Y no sobre el viejo y mítico Adán y su pecado....

Esta convicción es desarrollada con gran acopio de documentación, con argumentación clara y firme, con talante abierto y liberal, no exento, con frecuencia, de audacia intelectual.

La lectura del libro dará, sin duda, mucho que pensar a los que viven dentro del Cristianismo; pero también a los que viven y piensan en su zona de influencia.

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