Camino en Esperanza. Notas para vivir el Jubileo
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La historia de salvación como la historia humana está hecha de momentos muy diferentes, de experiencias muy contrastantes, pero, como dice la sabiduría popular: Todo sucede por algo y no hay mal que con bien no venga.
La historia de la salvación efectivamente, que comienza con la creación del ser a imagen y semejanza de Dios, su creador, nos cuenta como paso siguiente, la rebeldía y desobediencia de Adán y Eva, pero, a continuación, está la promesa de salvación:
uno de su raza aplastará tu cabeza. No es el momento para hacer un recuento detallado de los hechos importantes de esta historia, pero sí podemos recordar que Todo está ordenado para el bien de los que aman a Dios, dice san Pablo en su carta a los Romanos (8,28).
En la actualidad, me refiero a las últimas décadas del siglo XX y lo que va del XXI, se detecta una sensible falta de esperanza a nivel humanidad, sobre todo en los países desarrollados de oriente y de occidente. Es como si todo lo que aporta el progreso científico al ser humano bloqueara su horizonte y limitara el ámbito de su existencia al aquí y ahora. Es como si
el ser humano hubiera perdido de vista a quien guía su historia, su camino o peregrinación en este mundo. Y es que desafortunadamente así es.
Y qué paradoja alarmante y triste que, mientras se expande el ámbito de la vida humana en la mayoría de los países, gracias a la medicina y mejor alimentación, a la educación y oportunidades de ocio, se acorta la esperanza de gozar al máximo esa vida. ¿Por qué?A simple vista, podemos lanzar la hipótesis de la pérdida de valores de las generaciones jóvenes, valores humanos como la
familia, la amistad, la convivencia, el trabajo, y de valores trascendentes, que proyecten nuestra vida más allá de lo natural.
A cambio se busca en vicios humanos llenar el vacío de esos valores; vicios como el sexo, el dinero, las drogas en sus diversas variedades, la satisfacción inmediata de deseos y gustos, de pasiones y anhelos.
Frente a todo ello, recae sobre quienes creemos en la vida, en la humanidad y en lo sobrenatural, mantener alta la bandera de los valores sólidos y trascendentes morales, como la paz, la honestidad, la justicia, el servicio, la solidaridad, sin dejar de promover los transcendentes espirituales, como la fe en Dios y en el Evangelio, el amor y la comunidad.
Es de coherencia creyente el sumarnos al proyecto del Papa Francisco, al proclamar este Jubileo de la esperanza, y colaborar en la medida de lo posible, en el ambiente humano y religioso donde nos toca vivir, a despertar la esperanza. Una esperanza viva y comprometida, una esperanza actualizada y evangelizada, porque creemos en Cristo, encarnación de la
esperanza, proclamada por Dios cuando nos prometió un salvador.
Espero que los documentos que voy a incluir a continuación sean una fuerte motivación para este compromiso por la causa de la esperanza, porque como nos dice el Papa, todos somos Peregrinos de la Esperanza. Todos caminamos en la misma dirección y hacia la misma meta, por tanto es justo y necesario que cultivemos y ayudemos a cultivar esos valores
de carácter trascendente, que mencionaba, sobre todo la solidaridad o corresponsabilidad, la amistad, la paz, la empatía, la fraternidad, la paciencia, la comprensión.
¡Qué bien nos sentimos cuando llegamos a un lugar desconocido o donde somos desconocidos y nos saludan con una sonrisa, con una mirada afable o con un hola amistoso! Ojalá que este año jubilar provocara en todos algunas de esas actitudes y valores. El camino se hace más agradable y llevadero cuando podemos agarrar la mano de quien bien a nuestro lado, sobre todo si nos tropezamos o estamos a punto de caer.