• También el sol muere, cuatro años con los Huaorani. (PDF)
También el sol muere, cuatro años con los Huaorani. (PDF)
  • Formato digital
  • Colección: LIBROS DIGITALES
  • ISBN: 978-84-85064-59-5
  • Formato: PDF
  • Protección DRM: Ninguno (Sin protección DRM)
  • Tamaño: 5,72 MB

También el sol muere, cuatro años con los Huaorani. (PDF)

10,32 €

Lino Tagliani, el autor de este libro, hace verdad lo que dijo Jorge Carrera Andrade en uno de sus versos, con una cortesía exquisita:

sólo soy un visitante en este mundo, entre ustedes.

Una visita no más.

Hay personas que se sienten convidados a la fiesta de un mundo y de una humanidad que son suyos, pero saben al mismo tiempo que no les pertenecen.

Por ello mantienen en cada circunstancia un sentido primoroso del tiempo, de la mesura y la propiedad: aunque en esta casa planetaria tienen mucho a su disposición, nunca olvidan su condición de huéspedes.

De estrictos invitados. Según algunas sabias leyendas indígenas amazónicas, tales gentes fueron creadas por un Dios.

Ellos sostienen el mundo, le dan calidad y calidez.

El lector percibirá de inmediato que Lino se acerca al mundo de los huaorani de una forma muy diferente a la de otros viajeros, estudiosos, misioneros, funcionarios o curiosos.

Y en eso precisamente reside la magia de este libro.

En su característica forma de ver y de contar.

Basta comparar este trabajo con otro de Cicame, que tanto debe a sus investigaciones, pero que no estuvo contado por él: Los Huaorani en la historia de los pueblos del oriente.

Estas páginas están llenas de una calidez y ternura que superan cualquier otro tipo de sabiduría.

En ningún otra publicación encontrará el lector cosa semejante.

A Lino le interesan las personas por encima de la historia, los gestos humanos mucho más que las conclusiones o las teorías.

La trama de mi libro son el rostro de las personas que encontré en el camino, dice él de manera precisa.

Cuenta la historia de un pequeño pueblo selvático por relevos de concretos rostros humanos.

Para él, magnífico creyente, cada rostro es un reflejo divino.

De ahí su respeto, al que une esa capacidad para la cortesía, tan italiana, que no había conocido desde el caso de Alejandro Labaka, aquél obispo que llamaba, con gran aplomo y naturalidad, señora, desde el inicio de su trato, a cualquiera de las mujeres huaorani.

Y lo hacía, sin inmutarse, en medio de las medias sonrisas o las risas abiertas de los trabajadores y jefes petroleros.

El autor se define en el prólogo como un poco vagabundo y soñador.

Quizá por eso, para este misionero italiano de la Congregación de la Consolata, sus destinos americanos estuvieron hechos a medida.

Primero fueron 15 años repartidos entre las selvas colombianas del Caquetá y el Putumayo, conociendo la amazonía bajo la guía de los sabios huitotos (tiene publicado en Italia: Huitoto. Cultura e miti de un popolo indio, 1998).

Una revelación jamás olvidada y también reflejada en estas páginas, porque el amor primero es el que deja huella y no se cura.

Más tarde vivió algún tiempo en la Sierra ecuatoriana, sin hacerse del todo a esa latitud extraña para su sangre viajera y cálida.

En 1987 le llegó la invitación de Alejandro Labaka para acompañarle en sus contactos con los huaorani; en su compañía visitó inicialmente a los grupos del Yasuní.

Pero fue después de la muerte del obispo, ese mismo año, cuando se incorporó a la comunidad de los capuchinos en Coca y desde allí abrió la relación de esa Misión hacia los huaorani de una forma nueva.

Fue el primer misionero en visitar personalmente todos los grupos huaorani y, tal como comprobará el lector, quien hizo excursiones más arriesgadas en busca de los grupos no contactados.

Esta es otra de las características del libro: es el resultado de una experiencia personal que lo ha aproximado a los huaorani como lo han logrado muy pocos de sus visitantes.

A Lino le gustaba caminar siempre, hacerlo solo. Por eso sólo habla de lo que de forma llana ve, oye o siente.

Después de escuchar directa, repetida, pacientemente a los huaorani y tras haberlos alcanzado tras muchas horas de transpiración y soledad.

Sin duda por esa característica de afrontar los viajes selváticos por sus propios medios, a menudo sin guías ni auxilios, con el valor y la resistencia exigidos, Lino ha llegado a ser el misionero católico más conocido y apreciado entre ellos.

Después se mostraban su cortesía y ternura; nunca exigió nada -ni siquiera conocimientos o informaciones- y colaboró con todos sin intentar protagonismo o exclusividad.

Es, pues, el libro del visitante con más capacidad de solidaridad que yo haya conocido.

El más desinteresado.

Prólogo de Miguel Angel Cabodevilla

Quito, 2004

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